Lovecraft, aquel mal escritor que fue un genio
Si hay un autor adictivo en la literatura de terror, éste es Howard Phillips Lovecraft, el sumo sacerdote 'Hache Pe Ele'. Lovecraft, que según la mayoría de los críticos, incluso de sus seguidores, no era un buen escritor, creó una cosmogonía que lleva un siglo enganchando a innumerables lectores. Le ocurrió en vida con el grupo de amigos de su cofradía, de la que fue indiscutible cabeza de fila, y le sigue ocurriendo todavía. El Necronomicón y su autor, el árabe loco Abdul Alhazred, la prestigiosa Universidad de Miskatonic y la multitud de Dioses Otros que siguen acechando en los umbrales del espacio-tiempo para volver a dominar el mundo, son revisitados y resucitados periódicamente por lectores y autores entusiastas.
La muestra más reciente es 'Los nombres muertos' (Fantascy) de Jesús Cañadas. Gaditano del 80, afincado en Fráncfort, en cuya Feria del Libro trabaja de "chico para todo", Cañadas ha imaginado una espectacular aventura en la que Lovecraft viaja por medio mundo en busca del Necronomicón, acompañado de amigos como Robert Howard o Frank Belknap Long, tropezándose con colegas como Tolkien o Arthur Machen, y en la que también aparecen el misterioso Aleister Crowley o Fernando Pessoa.
Lovecraft engancha, y es que seguramente no era un buen escritor, pero era un genio. Paradoja sólo aparente que Jesús Cañadas explica así: "Su estilo consistía en ametrallar al lector con los mismos adjetivos para provocar terror, pero eso no provoca terror, sino agobio. Ahora bien, la idea de que el ser humano es tan relevante como un ácaro para el universo, unida a ese estilo peculiar, ha hecho que se le considere un maestro del terror".
"Además", continúa, "en el modo de sugerir cosas sí era bueno; era maestro en mostrar no el horror, sino las reacciones de horror del personaje, que es lo que da más miedo. Es como si pusiera la cámara en el hombro del personaje, algo que no había hecho nadie. Otra cualidad suya es que todo el mundo quiere entrar en su familia, incluso Borges, y eso sólo le pasa a alguien que es un genio".
"Lovecraft fue una figura muy trágica"
Empapado hasta las cachas de la vida de Lovecraft (ha leído todas las biografías, cartas y documentos que se pueden leer sobre él, teniendo como libro de cabecera la biografía canónica de Sprague de Camp), Jesús Cañadas plantea una hipótesis atrevida, sugerente y novelesca, pero bien fundada, sobre el escritor de Providence, que es la base (y el desenlace) de la novela. "Tuvo una infancia terrible y se pasó la vida dominado por su madre y sus tías. Es una figura muy trágica, y ésa es una de las razones de la novela, darle la segunda oportunidad que no tuvo en su vida, echarle a volar como personaje de ficción", dice Cañadas.
E igual que tiene claro que está haciendo ficción con su protagonista, lo mismo vale para los secundarios, Tolkien y cía., con los que se toma grandes libertades. "He respetado la Historia hasta el punto en que coincide con mi historia. Así como Lovecraft rodeó al Necronomicón de un montón de detalles reales del mundo del ocultismo, yo he hecho lo mismo en la novela. Hay cosas reales, como que Aleister Crowley fingiera su suicidio ayudado por Pessoa. Me apropio de esos detalles que incluyo en una historia que es pura ficción".
Y hay, naturalmente, humor. "No me apetecía que la historia se tomase demasiado en serio a sí misma. Además, 'Los nombres muertos' es una novela de aventuras, y estas novelas, además de un ritmo que no decae, pueden dejar un resquicio al humor", dice el escritor. "También debería servir para que el lector se encariñe con los personajes. Ver a Lovecraft a través de los ojos de Belknap Long, que no se lo toma en serio del todo, es un recurso para despertar cierta empatía".
Una historia de 'quijotes'
Frank Belknap Long no es quizá el cofrade más destacado del círculo de 'lovecraftianos'. "Pero, ironías de la vida, es el único del grupo que consiguió vivir de la literatura. Y aunque no ha pasado a la historia como escritor, uno de sus relatos es el mejor texto 'lovecraftiano' no escrito por Lovecraft; además de que fue su mejor amigo", explica.
¿Y August Derleth, el gran albacea, el Watson de HPL (o el Julián Marías, si pensamos en Ortega)? "Me cae muy mal", nos sorprende Cañadas. "Aunque hoy estamos hablando de Lovecraft gracias a él, creo que nunca le entendió; y que le desvirtuó por completo al sacarse de la manga unos Dioses Arquetípicos que se enfrentan a los monstruos de Lovecraft".
En fin; además del humor, de los guiños con el mundo del solitario de Providence, como su onirismo (real o literario: Randolph Carter), la novela de Jesús Cañadas tiene una interesante dimensión añadida. Y es que esos personajes que buscan enloquecidos un libro que no existe tienen mucho de quijotes con el seso sorbido por la magia de la literatura. "Es gente que ve en el Necronomicón la respuesta a sus sueños", concluye Cañadas
Si hay un autor adictivo en la literatura de terror, éste es Howard Phillips Lovecraft, el sumo sacerdote 'Hache Pe Ele'. Lovecraft, que según la mayoría de los críticos, incluso de sus seguidores, no era un buen escritor, creó una cosmogonía que lleva un siglo enganchando a innumerables lectores. Le ocurrió en vida con el grupo de amigos de su cofradía, de la que fue indiscutible cabeza de fila, y le sigue ocurriendo todavía. El Necronomicón y su autor, el árabe loco Abdul Alhazred, la prestigiosa Universidad de Miskatonic y la multitud de Dioses Otros que siguen acechando en los umbrales del espacio-tiempo para volver a dominar el mundo, son revisitados y resucitados periódicamente por lectores y autores entusiastas.
La muestra más reciente es 'Los nombres muertos' (Fantascy) de Jesús Cañadas. Gaditano del 80, afincado en Fráncfort, en cuya Feria del Libro trabaja de "chico para todo", Cañadas ha imaginado una espectacular aventura en la que Lovecraft viaja por medio mundo en busca del Necronomicón, acompañado de amigos como Robert Howard o Frank Belknap Long, tropezándose con colegas como Tolkien o Arthur Machen, y en la que también aparecen el misterioso Aleister Crowley o Fernando Pessoa.
Lovecraft engancha, y es que seguramente no era un buen escritor, pero era un genio. Paradoja sólo aparente que Jesús Cañadas explica así: "Su estilo consistía en ametrallar al lector con los mismos adjetivos para provocar terror, pero eso no provoca terror, sino agobio. Ahora bien, la idea de que el ser humano es tan relevante como un ácaro para el universo, unida a ese estilo peculiar, ha hecho que se le considere un maestro del terror".
"Además", continúa, "en el modo de sugerir cosas sí era bueno; era maestro en mostrar no el horror, sino las reacciones de horror del personaje, que es lo que da más miedo. Es como si pusiera la cámara en el hombro del personaje, algo que no había hecho nadie. Otra cualidad suya es que todo el mundo quiere entrar en su familia, incluso Borges, y eso sólo le pasa a alguien que es un genio".
"Lovecraft fue una figura muy trágica"
Empapado hasta las cachas de la vida de Lovecraft (ha leído todas las biografías, cartas y documentos que se pueden leer sobre él, teniendo como libro de cabecera la biografía canónica de Sprague de Camp), Jesús Cañadas plantea una hipótesis atrevida, sugerente y novelesca, pero bien fundada, sobre el escritor de Providence, que es la base (y el desenlace) de la novela. "Tuvo una infancia terrible y se pasó la vida dominado por su madre y sus tías. Es una figura muy trágica, y ésa es una de las razones de la novela, darle la segunda oportunidad que no tuvo en su vida, echarle a volar como personaje de ficción", dice Cañadas.
E igual que tiene claro que está haciendo ficción con su protagonista, lo mismo vale para los secundarios, Tolkien y cía., con los que se toma grandes libertades. "He respetado la Historia hasta el punto en que coincide con mi historia. Así como Lovecraft rodeó al Necronomicón de un montón de detalles reales del mundo del ocultismo, yo he hecho lo mismo en la novela. Hay cosas reales, como que Aleister Crowley fingiera su suicidio ayudado por Pessoa. Me apropio de esos detalles que incluyo en una historia que es pura ficción".
Y hay, naturalmente, humor. "No me apetecía que la historia se tomase demasiado en serio a sí misma. Además, 'Los nombres muertos' es una novela de aventuras, y estas novelas, además de un ritmo que no decae, pueden dejar un resquicio al humor", dice el escritor. "También debería servir para que el lector se encariñe con los personajes. Ver a Lovecraft a través de los ojos de Belknap Long, que no se lo toma en serio del todo, es un recurso para despertar cierta empatía".
Una historia de 'quijotes'
Frank Belknap Long no es quizá el cofrade más destacado del círculo de 'lovecraftianos'. "Pero, ironías de la vida, es el único del grupo que consiguió vivir de la literatura. Y aunque no ha pasado a la historia como escritor, uno de sus relatos es el mejor texto 'lovecraftiano' no escrito por Lovecraft; además de que fue su mejor amigo", explica.
¿Y August Derleth, el gran albacea, el Watson de HPL (o el Julián Marías, si pensamos en Ortega)? "Me cae muy mal", nos sorprende Cañadas. "Aunque hoy estamos hablando de Lovecraft gracias a él, creo que nunca le entendió; y que le desvirtuó por completo al sacarse de la manga unos Dioses Arquetípicos que se enfrentan a los monstruos de Lovecraft".
En fin; además del humor, de los guiños con el mundo del solitario de Providence, como su onirismo (real o literario: Randolph Carter), la novela de Jesús Cañadas tiene una interesante dimensión añadida. Y es que esos personajes que buscan enloquecidos un libro que no existe tienen mucho de quijotes con el seso sorbido por la magia de la literatura. "Es gente que ve en el Necronomicón la respuesta a sus sueños", concluye Cañadas
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